La histeria femenina se diagnosticó como enfermedad a mediados del siglo XIX. La medicina occidental específico un amplio abanico de síntomas. Entre ellos estaban el insomnio, la retención de líquidos e, incluso, los desfallecimientos. Las mujeres a las que diagnosticaban la histeria femenina se les aplicaba un tratamiento conocido como masaje pélvico. En realidad no era otra cosa que practicar un masaje genital por parte del doctor encargado del tratamiento hasta hacer que la mujer alcanzase el orgasmo. En la Europa victoriana se consideraba que el deseo sexual reprimido en una mujer era una enfermedad. Llegó a denominarse “paroxismo histérico.”
Gracias a la histeria femenina Sigmund Freud descubrió el inconsciente. Entendió que has allá de la conciencia había algo. De hecho llego a confirmar que la histeria femenina estaba provocada por alguna represión almacenada en algún lugar del inconsciente. Cómo a pesar del acercamiento se seguía produciendo ataques a los que no se les conseguía dar explicación alguna, Freud continuó trabajando en ello. Aquello fue el germen qué inició lo que hoy conocemos como psicoanálisis.
Como cualquiera puede ver este es el comienzo de la masturbación femenina a modo de terapia. En realidad, lo que se conoció como histeria femenina no era más que una vida sexual incompleta. Por supuesto que en muchas de las mujeres tratadas apareció una significativa mejoría. Este tipo de tratamiento abrió la puerta a muchas mujeres para encontrar el remedio a casi todos sus males. La represión sexual, Sin duda, estaba en el origen.
A finales del siglo XVIII, ya se utilizaban algunos dispositivos para aplicar masajes eróticos con agua. Tanto fue su éxito que, a mediados del siglo XIX, se había convertido ya en un popular accesorio en casi todos los complejos vale adiós tanto de Europa como de los Estados Unidos. En el año 1870, ya se había inventado el primer vibrador electromecánico. Sin embargo, los médicos eran muy reticentes a admitir que existía un propósito sexual en el uso de este tipo de dispositivo. A finales del siglo XIX, gracias a la llegada de la electricidad a la mayoría de los hogares, la popularidad de el vibrador se había extendido sobremanera.