Aspirar al beso perfecto es algo que todos hacemos. ¿No es así? Es verdad que todos hemos oído más de una vez que al hombre no hay mejor manera de conquistarlo que por el estómago. Y no podemos negar que es bastante cierto. Sin embargo, hay otras muchas maneras de llegar muy dentro de un hombre. En el sentido metafórico. Los juegos de miradas son una manera bastante efectiva. El ingenio, por supuesto que también. Pero conquistar a un hombre a través del beso perfecto es, sin duda, la mejor de las posibilidades.
Y es que no hay nada más estimulante que recibir un beso de esos que te encogen el estómago. No importa que sea un primer beso, un beso en medio de una situación sexual apasionada o en cualquier otra circunstancia. Cuando ese beso ponen de punta los vellos, es que algo está pasando. Sin duda. El beso perfecto puede ser la experiencia más maravillosa del mundo.
De la misma manera que un beso frustrante puede acabar con las expectivas que habíamos puesto en una persona por mucho que nos guste, recibir el beso perfecto por parte de otra persona, aunque nunca hubiésemos reparado en su existencia, puede hacernos morir de placer.
El beso perfecto, por supuesto, no es una sucesión de gestos mecánicos. No se trata de introducr tu lengua en boca ajena y comenzar a menear la lengua como si de un lavavajillas se tratara. Ni mucho menos. El beso, para que aspire a conmover, debe ser lento, apasionado y progresivo. Debe transmitir sensibilidad y, a partes iguales, sensualidad. También ha de ser tierno y vigoroso a la vez. Debe poner la carne de pollo.
Los labios han de encontrarse primero, sin ninguna prisa, en una suerte de presentación inocente. Cuando se haya pasado este trámite con solvencia son las lenguas las que deben entrar en juego. Siempre de una forma sutil. Siempre con prudencia pero, a la vez, siempre con el suficiente vigor. La ternura nunca está de más. Menos si queremos alcanzar el beso perfecto. Solo cuando hayamos conseguido recorrer de forma suave y a modo de exploración cada milímetro accesible al alcance de nuestra lengua podremos comenzar a subir la intensidad.
Pero para alcanzar el beso perfecto no solo es necesario observar lengua y labios. Ni mucho menos. nuestro lenguaje corporal, la posición de nuestro cuerpo y la actitud de nuestras manos también resultan fundamentales.