El sexo habitual es bueno para la salud. Para la salud del cuerpo y para la de la mente. Siempre hemos sabido que el sexo ha contribuido de forma notable a mejorar nuestra salud cardiovascular. Pero los beneficios del sexo habitual no terminan ahí. Las sustancias que produce el organismo cuando se enfrenta al sexo de forma habitual hacen que mejore significativamente nuestro estado de ánimo. Además, el sexo también ayuda en la prevención de determinadas enfermedades. ¿Hay en la vida algo mejor y con más propiedades que el sexo?
El sexo habitual quema calorías. En realidad, no es equivalente a un ejercicio físico de carácter intenso, pero algo es algo. En general, a poquito que nos esforcemos, una sesión sexual media colabora en el fortalecimiento del tono muscular, además de incrementar el ritmo de la pulsación cardíaca, lo que hace que, a su vez, se fortalezca el sistema circulatorio.
El sexo, antes de dormir, es muy eficaz para ayudar a conciliar el sueño. El orgasmo hace que el cuerpo libere una hormona prolactina y que hace que nuestros músculos se relajen de manera muy significativa, lo que no induce al sopor característico de después de la eyaculación y que, indefectiblemente, termina animando al sueño. Por lo tanto, nada más eficaz para tener ganas de dormir que llegar al orgasmo.
Algunos estudios llegan a concluir que la práctica de sexo habitual reduce el riesgo de cáncer de próstata en los hombres y del de mama en las mujeres. Sin duda, estamos ante los tipo de tumores cancerígenos más frecuentes. En ambos casos parece que el riesgo de llegar a padecerlo es mucho menor si practicamos sexo de forma regular.
El sexo habitual, parece que estimula el sistema inmunológico que, finalmente, es el que se encarga de defendernos contra los ataques de un mundo plagado de virus, bacterias e infecciones. La Universidad de Wilkes encargó una encuesta que preguntaba sobre la vida sexual de sus estudiasen. Luego estudio la cantidad de inmuglobina de la saliva de cada uno de ellos. Los estudiantes que practicaban sexo de forma habitual tenían hasta un 30% más de inmuglobulina que los que no mantenían relaciones sexuales frecuentemente.