La mayoría de la gente piensa que a todos los hombres les gusta la pornografía. Como en todo en esta vida, las generalizaciones no son más que una vaguedad inexacta. Por supuesto que esto no es así. Es más, ni a todos los hombres les gusta la pornografía ni la pornografía es una cosa exclusiva de hombres. A algunos hombres les gusta la pornografía así como a algunas mujeres también les gusta. Únicamente a modo de ejemplo, no hace mucho que una novela de evidente contenido erótico arrasó entre las mujeres.
En cualquier caso, la pornografía no es mala en sí misma. Como en otros ámbitos de la vida, el uso que le demos sí que puede convertirla en algo perjudicial pero utilizándola adecuadamente no tiene por que ser así. Cualquier cosa que nos lleve a la obsesión, a modificar nuestra conducta transformándola en obsesiva y alterando nuestra personalidad, sin duda, se ha convertido en un problema. Cuando se llega a estos niveles de consumo compulsivo, lo adecuado es ponernos en manos de un especialista. Pero la pornografía se puede disfrutar sin llegar a estos límites ni muchísimo menos.
Sin tratarse de un asunto exclusivo de varones, es cierto que entre ellos el seguimiento que se hace al sexo explícito en cualquiera de sus formatos es mayor que el que se realiza entre las mujeres. Las posibilidades de meternos en momentos y situaciones que, de otra manera, serían inalcanzables para nosotros, le da al porno la capacidad de atracción que, sin duda, le caracteriza.
El consumo de pornografía, siempre que no sea de una manera incontrolada y compulsiva, es una actividad completamente normal que, además, es perfectamente compatible con la vida de pareja y, por supuesto, puede llegar a serlo, sin ningún género de dudas, con una vida sexual plena y sana. De hecho, consumir porno con nuestra pareja puede ser un importante estímulo a la hora de buscar nuevas situaciones que nos permitan seguir haciendo crecer nuestros vínculos sexuales. De la misma manera, el consumo de pornografía de forma individual y aislada también puede colaborar a la evolución de la vida sexual del propio individuo.