El spanking es un juego sexual, muy común dentro del BDSM, que consiste en dar azotes con la mano o con algún otro objeto sobre los glúteos de la pareja con fines eróticos.
Si bien puede ser parte de un juego sexual previo, y más allá de la búsqueda del sexo, el spanking es un complejo juego de roles, dominador/sumiso, en el que uno de los protagonistas (sumiso) ha infringido alguna norma o ha hecho algo mal y el otro (dominador), le castiga dándole unos azotes haciendo que sea una experiencia muy excitante.
Algunos de estos roles más conocidos son el profesor y la alumna o la niña mala y su castigador, pero no son siempre las chicas las que reciben los azotes. Ellos también han podido “portarse mal” y también recibirán su castigo. La máxima excitación se consigue con los azotes, que pueden ser de mayor o menor intensidad y, aunque según va aumentando la intensidad se consigue mayor placer, en general, el spanking no suele llegar a ser violento.
El spanking se suele practicar con la mano o cualquier otro objeto hecho de plástico o madera como látigos, reglas, correas, etc. dependiendo de los gustos de cada uno.
Aunque podamos pensar lo contrario, las personas que practican el spanking aseguran que no sufren traumas infantiles o lo practican por haber tenido experiencias sexuales raras. Es una práctica más con la que podemos llegar a conseguir placer y disfrutarlo con nuestra pareja.
Como con otros juegos sexuales, más o menos “extremos”, para practicar el spanking debemos seguir una serie de pautas que eviten que se pueda complicar y llegar a situaciones desagradables:
– Lo principal en la práctica del spanking es la confianza. Si no tenemos la suficiente confianza con nuestra pareja es posible que, si se lo proponemos, no le agrade la idea.
– Hay que establecer previamente los límites hasta los que estamos dispuestos a llegar para evitar situaciones tensas. Teniendo esto claro, estaremos relajados y lo podremos disfrutar en toda su plenitud.
– Tenemos que tener muy claro que el spanking es una práctica consensuada. Si no contamos con el consentimiento de la otra parte nos encontramos ante un acto de violencia física.
– Estar de acuerdo con la distribución de poderes. En este caso, que se entienda bien quién es el que tiene el control y quien es el sumiso.