La abstinencia sexual (parte 1)

La abstinencia sexual, cuando es una elección personal, merece todos los respetos. Sin embargo, cuando se trata de imponer está condenada al fracaso. Las hormonas adolescentes son reales. Cuando los seres humanos descubren la alegría del sexo y el orgasmo, es imposible detener ese deseo y revertir la búsqueda del placer. De hecho, como seres sexuales jóvenes, la búsqueda del placer reemplaza nuestra mente racional. El deseo de llegar al orgasmo nubla nuestro sentido común. La abstinencia sexual, cuando se trata de imponer, no es una opción.

Somos seres sexuales desde que nacemos hasta que morimos. El deseo de explorar nuestra sexualidad es tan natural como el deseo de comer o dormir. Estos deseos están incrustados en lo profundo de nuestro subconsciente y comienzan mucho antes de la pubertad. La curiosidad en torno a la sexualidad es una parte natural del desarrollo que comienza con la exploración del cuerpo. Enseñar la abstinencia es como pedirle a alguien que deje de comer o de dormir.

La presión de grupo es un sello distintivo de la experiencia sexual. El deseo de encajar  puede ser abrumador. No hay nada mejor para encajar que una vida sexual sana y activa. Sin duda, el sexo es una excelente manera de sentirse integrado en cualquier ambiente. Cuando la realidad social es esta, la opción de la abstinencia deja de ser relevante.

Los medios de comunicación perpetúan guiones sociales específicos y marcos conceptuales sobre la sexualidad. La televisión, las revistas, las películas y la música continúan dando forma a estos pensamientos.  Lo cierto es que hay muy pocas dinámicas sexuales saludables presentadas en los medios para que las personas admiren. Sin embargo, la realidad de la naturaleza humana pasa por el sexo.

Como todos sabemos, el hecho de ser animales eminentemente sexuales va con nosotros. Resulta imposible desprendernos de esa capa de sexualidad que, en muchas ocasiones, mueve el mundo. Hacerlo desde una perspectiva sana y saludable, tanto para nosotros como para la sociedad de la que somos parte, es nuestra responsabilidad. El aprendizaje al respecto es vital en los primeros años de sexualidad activa, pero no debe finalizar nunca.

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