Una de las primeras cosas que pueden ser importantes es definir la infidelidad. Una vez lo escuché definido como tomar un café con una mujer sin que la otra parte lo supiera. Aunque este punto tiene cierta validez, para este artículo consideraremos la infidelidad como cualquier acto sexual con alguien que no sea la pareja. Sexual se define como cualquier acto de besos, mimos, toques sexuales o cualquier cosa que involucre genitales.
No hay forma de que uno pueda ser infiel, mantenerlo en secreto y no comportarse de manera deshonesta. Aunque algunos no definen la omisión como una mentira, la omisión constituirá una mentira cuando se trata de actos sexuales en una relación comprometida. El razonamiento es que muchas personas debaten si algo fue una trampa o no.
Entonces, con todo definido, volvamos a la discusión. Se estima que entre el 44 y el 75% de los hombres engañan a sus esposas y que entre el 17 y el 25% de las esposas engañan a sus maridos. Las mujeres se están poniendo rápidamente al día con los hombres en muchos de los comportamientos negativos por los que los hombres son famosos. Es más, estas estadísticas no incluyen a aquellos que no están casados, pero que están en relaciones comprometidas.
Con tanta infidelidad, ¿por qué nos aferramos a los estándares culturales que tenemos? Cuando una persona ha hecho trampa y es honesta al respecto con su nueva pareja, a menudo resultan inseguridad, sospecha y otras dificultades relacionales. Esto no quiere decir que sea injustificado. Con honestidad hay consecuencias. Esta es en gran parte la razón por la que muchos mienten para empezar.
Las mujeres suelen decir que quieren honestidad de un hombre. Muchas personas encuentran refrescante la honestidad. Pero luego los individuos son castigados por ello. Mi argumento aquí es que la gente realmente no quiere honestidad. Quieren que se les venda una ilusión de la posibilidad de felices para siempre.
Muchos se preguntan por qué tanta gente miente hasta que la evidencia es clara y no hay escapatoria. Por supuesto, el razonamiento es que es mejor jugar con las probabilidades. Pero, ¿no juega la sociedad en la creación de esta epidemia de deshonestidad? Si, como sociedad, seguimos tratando de mantener una ilusión de cuentos de hadas pero actuamos en directa contradicción con ella, continuaremos promoviendo una sociedad donde la deshonestidad es la mejor apuesta, y donde todos continúan fingiendo que todo está bien con ellos, mientras esperan que algo mejor esté a la vuelta de la esquina.