La belleza no es lo único que importa. Pero, a veces, es por lo único que juzgamos a las personas. La belleza está en el ojo del que mira, y lo que es bello para una persona puede no serlo para otra. Pero digamos que crees que otra persona tiene una cara bonita: tu opinión sobre su aspecto no importa tanto como el hecho de que te haga sentir bien contigo mismo.
Incluso puede que pienses que ver a una persona atractiva también te hace sentir mejor contigo mismo, pero en realidad no funciona así. La razón por la que juzgamos a los demás por su belleza no es porque la belleza en sí misma tenga un poder mágico sobre nosotros, sino que nuestros juicios están influidos por muchos factores, como la autoestima y otros pensamientos inconscientes (como si estamos celosos o no).
Puede que te resulte familiar el dicho: «La gente más guapa siempre tiene razón». Es cierto: las personas guapas tienen más probabilidades de tener razón en una discusión. Tendemos a confiar en las personas guapas y a creerles, por lo que es más probable que ganen las discusiones.
¿Pero qué pasa cuando se discute con alguien que no es especialmente atractivo? Esta pregunta se la plantearon psicólogos de la Universidad de California-Berkeley, que realizaron varios experimentos sobre este tema. Los resultados mostraron que las personas con baja autoestima no sólo apoyaban esta legislación, sino que la deseaban incluso más que los demás grupos, a pesar de que los que se oponían decían que nunca se someterían a estos procedimientos.
La belleza está en el ojo del que mira. Es un concepto subjetivo que depende de lo que estamos acostumbrados a ver o experimentar de los demás a nuestro alrededor. La belleza también tiene en cuenta el aspecto de nuestro propio cuerpo en comparación con el de los que nos rodean. Lo que dificulta la percepción de algunas personas que experimentan una baja autoestima debido a su aspecto físico.
La belleza no sólo tiene en cuenta el atractivo, sino también el estatus social, entre otras cosas, el nivel de riqueza/ingresos, el nivel educativo, etcétera. El problema con esta idea es que hay excepciones en las que alguien puede parecer atractivo a pesar de no serlo sobre el papel.