La piel es el órgano más grande que tenemos los humanos. Todos los trucos de belleza pasan por cuidarla. El envejecimiento es algo que se nota, sobre todo en la piel. Precisamente por eso, tenemos que cuidarla de forma especial. Sobre todo cuando nos hacemos mayores.
Mientras que en nuestra juventud nuestro cuerpo repara los daños de la piel de la noche a la mañana, a los 50 años necesita más ayuda por nuestra parte. Podríamos empezar con una dieta saludable que incluya muchas vitaminas y minerales, así como antioxidantes como los arándanos y el brócoli. Es importante mantenerse hidratado bebiendo mucha agua. También ayuda evitar periodos prolongados al sol.
Para no mostrar signos de envejecimiento, es recomendable utilizar una crema hidratante, así como cremas con protección solar y colágeno. Es importante saber que siempre debemos utilizar el desmaquillante y limpiar la piel antes de acostarnos. Si no hacemos este proceso, lo que ocurrirá es que nuestra piel se obstruirá con suciedad y células muertas.
También podemos aplicar mascarillas caseras, donde podemos incluir miel, cacao y aguacate. Además, también debemos cuidar los alimentos que consumimos, ya que es necesario consumir alimentos ricos en vitamina A, B12, E y F. Además, es necesario tomar nutrientes y agua ya que estos son esenciales para una piel sana.
El envejecimiento puede controlarse. Hay muchas formas de cuidar la piel para que luzca joven a cualquier edad. Solo hay que averiguar cuál es la más conveniente para cada uno.
El envejecimiento de la piel puede dividirse en dos categorías: envejecimiento intrínseco y extrínseco. El envejecimiento intrínseco tiene que ver con factores internos (ralentización de los procesos celulares y del metabolismo), mientras que el envejecimiento extrínseco tiene que ver con factores ambientales como los rayos ultravioleta, el tabaquismo y la contaminación (esto significa que afectan a nuestros tejidos desde el exterior).
La contaminación es uno de los factores más significativos en el daño de nuestra piel, ya que crea radicales libres que conducen al estrés oxidativo, que luego se produce en el ADN y el colágeno -principales componentes de la piel-, provocando arrugas prematuras, incluso permanentes si no se actúa a tiempo.