¿Por qué es necesario luchar para comprender el deseo? ¿Por qué hemos de conocer su funcionamiento, intentar volver a encenderlo? Comencemos tomándonos un momento para imaginar cómo sería la vida sin deseo. Y no hablo solo del deseo sexual. Es el flujo de energía que se mueve a través del cuerpo, inspirando acción y crecimiento. Sin el flujo del deseo moviéndose a través del cuerpo como la corriente de un río, el espacio interno se estanca, se vuelve rígido y como cemento, y tanto el movimiento como el crecimiento se ven afectados.
¿A quién conoces que haya tratado durante años de sofocar y reprimir el deseo? ¿Y cómo funcionó eso para ellos? No tan genial, ¿o sí? Lo más probable es que sean amargas o quebradizas, inflexibles y pedregosas. Y por mucho que traten de controlarlo, el hambre se filtra por los bordes. El deseo reprimido requiere una enorme cantidad de energía para contenerlo.
La esencia del deseo depende de su movimiento y flujo, por lo que somos un conducto, no un contenedor. Podemos aprender a sostenerlo como un río que se mueve a través de sus orillas. Nuestros cuerpos son las orillas y los bordes. El deseo es el agua que fluye que nos erosiona y nos cambia. De hecho, cuando se libera, siempre se sale con la suya. Reaprender cómo hacerlo es un proceso.
Es a través de nuestra respiración que llegamos a conocer nuestro propio cuerpo. Nos aquietamos por dentro y comenzamos a notar los suaves tirones en nuestra atención que llegan a través de nuestros sentidos. Con demasiada frecuencia, es subyugado y somos alimentados a la fuerza con los deseos que el mundo elegiría para nosotros. Aprender a reconectarnos con nuestro propio placer auténtico, que es menos llamativo que la superbowl, es un desafío.
¿Puedes sentirlo? ¿Puedes sentir el anhelo que tienes dentro hacia la curación, hacia la totalidad, hacia la unión, hacia la cooperación? A veces el tirón es tan silencioso, tan sutil. Así que practicamos. Practicamos prestar atención al nosotros mismos. Practicamos notar los lugares en los que ya se nota en nuestras vidas. Cultivamos deliberadamente nuestra relación con la pasión. Lo más importante es que nos damos permiso para sentir.