La tristeza postcoital se puede explicar de dos maneras diferentes. Podemos ponernos pomposos y decir aquello de «Post coitum omne animal triste est, sive gallus et mulier». O, por el contrario, podemos, simplemente, responsabilizar a la disforia postcoital. De esta manera evitamos aquello de sentirse un bicho raro. Sobre todo si sabemos que ese bajón de energías de vienen después del clímax se lleva estudiando más de 2.000 años. Vamos, que no es cosa tuya, la tristeza postcoital es algo que le puede pasar a cualquiera.
El latinajo de citado viene a significar que después del coito todos los animales se ponen tristes salvo los gallos y las mujeres. El machismo, que no falte. Hemos de tener en cuenta que las culturas clásicas siempre se han caracterizado por una estructura patriarcal. De esta manera, lo mejor que podemos hacer es no darle mucho bombo y nos centraremos en el autor de la frase.
Es común que la frase en cuestión se le suela atribuir a Aristóteles. Sin duda, uno de los filósofos griego impresncindibles para el pensamiento humano. Sin embargo, teniendo en cuenta que la frase es en latín, queda descartada su autoría. Galeno fue un médico romano que en el siglo II antes de Cristo seguía las enseñanzas aristotélicas y que bien podría haber sido el autor de la frase en cuestión.
La relación entre la amígdala y la tristeza postcoital puede venir de la frustración. Así, una vez alcanzado el orgasmo, que se preveía como algo absolutamente maravilloso, volver a la realidad que, basicamente, no ha tenido ningun cambio, puede llevar a la frustración. Esta teoría neuroquímica, estaría relacionada con la liberación de las hormonas que se liberan en el proceso sexual.