Nos preguntábamos sobre la relación entre el cerebro y la sexualidad humana. En las entradas anteriores, recorríamos las investigaciones históricas que establecieron la relación entre el cerebro y la sexualidad. Primero entre determinadas especies animales investigadas. Algún tiempo después, en la especie humana. En concreto, nos quedamos en el papel que podría jugar la testosterona en el desarrollo de la sexualidad.
Entonces, ¿juega la testosterona un papel en el desarrollo de la sexualidad humana? La testosterona actúa sobre el cerebro. Aunque también sobre otros órganos. Se encarga de activar una proteína compleja, el receptor de andrógenos. Si ocurre una mutación en este último, es posible que el cerebro no responda a la testosteron. En este caso, es como si no existiera.
Hay muchos ejemplos en humanos. Por citar alguno, los embriones XY que son insensibles a su propia testosterona. Cuando esto sucede, nacen pareciéndose a mujeres y crecen en esa creencia. En este caso su identidad de género es femenina. A menudo, solo se descubre que son individuos XY en la pubertad. Se denomina «síndrome de insensibilidad a los andrógenos» o AIS.
Son personas que cuentan con testículos de apariencia normal. Sin embargo, estos están escondidos dentro de su abdomen. En realidad, no existe una situación inversa, un exceso temprano de testosterona en los embriones XX. Aunque una condición llamada hipertrofia suprarrenal congénita (CAH) produce cantidades anormalmente altas de testosterona en las mujeres.
En cualquier caso, esto ocurre mucho más tarde en el embarazo. Estos individuos tienen una incidencia de comportamiento bisexual u homosexual mayor a la esperada, pero no mucho. Y algunos también pueden tener dudas sobre su identidad de género. En cualqueir caso, no es tan sorprendente como el AIS. La diferencia puede ser el resultado del tiempo: los efectos de la testosterona disminuyen a medida que avanza el desarrollo. Ciertamente, no podemos descartar la testosterona prenatal como un determinante poderoso, aunque no el único, de la sexualidad en los humanos.
A estas alturas, ya existen un buen número de estudios científicos que demuestran que existen una relación estadísticamente significativa entre la cantidad de testosterona que recibe el cerebro de una persona desde el embarazo hasta los primeros años de vida y la manera en que se desarrolla, posteriormente, su sexualidad.