La virilidad siempre sea considerado hacia el todo lo relacionado con hombre. La dirección a tomar por todo lo masculino. Una especie de garantía de calidad. El modelo en el que se reafirmaban los patrones qué debía de sentir las cualidades masculinas. Los que no está tan claro es cuánto tenía que ver con las apariencias y cuánto con las acciones reales. En definitiva, la virilidad podemos decir que a sido tradicionalmente la gran «virtud» que se esperaba el hombre.
Al equivalente femenino, tradicionalmente, nunca se le ha dado la importancia que a la virilidad masculina. La feminidad, en realidad, remites a la actualidad de fémina pero no a su exaltación. Evidentemente, esto no quiere decir que no existan valores en torno a la feminidad. Al contrario, claro que existen. Lo que sucede es que a diferencia de lo que sucede en el caso del varón, en el caso de las mujeres no se ha considerado determinante su exaltación. Evidentemente, esto sólo responde a cuestiones culturales. De ninguna otra índole.
Estos dudosos patrones establecidos socialmente a lo largo de los tiempos, han notificado la virilidad masculina. Y lo han dicho de una manera que se ha llegado a negar esta por oposición. De esta manera no hay nada que aténte más contra la virilidad que lo que se considera «afeminado.» Curioso, ¿no es así?
Sin embargo, algunas cuestiones completamente femeninas se han utilizado históricamente para realzar asuntos propiamente viriles. Es cierto siempre siempre que esto ha sucedido se ha hecho siguiendo exclusivamente criterios estéticos. No hay más que ver la publicidad de un coche de alta cilindrada. En todos los casos estará rodeado te mujeres hermosas, femeninas y, casi siempre, ligeras de ropa. Todos repara vemos que no es el único ejemplo en este sentido que nos puede ofrecer la publicidad.