El sexo y el verano se llevan bien. Eso lo sabemos todos. En realidad, hay pocas cosas que se lleven mal con el sexo. Desde luego, el buen tiempo no es una de ellas. Sabemos que todo lo relacionado con el sexo conlleva una explicación científica. No hemos de olvidar que el sexo está basado, básicamente en una colección de reacciones químicas que se producen dentro de nosotros. Y si algo hace destacar al verano es que existen más horas de sol. El sol, por su parte, procede a activar la llamada hormona del placer, que no es otra que la oxitocina, cuando actúa sobre las células de nuestra piel. Así que la relación resulta evidente.
La luz desprendida por el sol que llega a nuestra piel estimula la hipófisis. Esta, procede a la liberación de otra hormona sexual. En este caso, se trata de la testosterona que se encarga de mejorar la virilidad y, por ejemplo, de mejorar la calidad de las erecciones masculonas. De esta manera, aumenta el deseo sexual. Pero no todo acaba ahí. Ni mucho menos. En verano, además, sudamos más de lo normal. De esta manera liberamos las feromonas. Lo que nos convierte en una especia de reclamo sexual andante y primitivo.