El mundo del coitocentrismo está muy instalado en nuestra sociedad. No hay más que echar un vistazo alrededor para verlo. Se trata de la tendencia que trata de hacer que el coito sea la máxima aspiración sexual de una persona mientras que vanaliza el resto de prácticas sexuales. Tan establecido está el coitocentrismo que, con frecuencia, ni siquiera se da el nombre de relaciones sexuales a aquellas en las que no ha habido coito. Sin duda, se trata de un gran error.
En el centro de la sexualidad hegenónica y normativa está el coitocentrismo. Pero esta trasnochada tendencia no se conforma con que el cotio sea el núcleo central de toda relación sexual. No acaba ahí. Ni mucho menos. Busca una sexualidad procreativa, exclusivamente genital y, por supuesto, monógama. Ni que decir tiene que para estas mentes obtusas no existe otra opción más que la heterosexual. Todo lo demás se tachará de anormal, no natural o cualquier otro término de este estilo.
Las sociedades occidentales, con mucha vinculación, tradicionalmente, con la religión, han sostenido hasta nuestros días el coitocentrismo. Esta tendencia represiva impide el disfrute pleno de la propia sexualidad. De hecho, trata de dirigir de una forma restrictiva la posibilidad de expresar individualmente la propia sexualidad.
Y, por supuesto, dentro del coitocentrismo existe otra figura extremadamente potente y poderosa. Se trata del falocentrismo. Se reduce el cuerpo masculino a un pene. De esta manera se limita la posibilidad de encontrar sensaciones sexuales placenteras por otra vía diferente a la del propio falo. SI a esto le unimos la permanente negación de la emotividad, tenemos el cócktel perfecto.
Son los avances respecto al feminismo los que han hecho visible el concepto de coitocentrismo. Este movimiento social que busca la igualdad de las mujeres a nivel social y de derechos comenzó en el siglo XX y perdura hasta nuestros días. La crítica social a este respecto nos parece muy oportuna y relevante si el objetivo final de nuestra sociedad es acabar con el coitocentrismo y abogar por una diversidad sexual que, de hecho, existe. Por más que la represión se haya cebado históricamente con determinados sectores.