Decir guarradas en la cama es algo que, en algunas ocasiones, puede resultar tremendamente excitante. Esta práctica, que como casi todo lo relacionado con el sexo tienen un nombre en inglés, es conocido como dirty dalking. Al igual que otro tipo de acciones que se pueden llevar a cabo en un encuentro sexual, se trata de una práctica que tienen gente a la que le excita muchísimo y otra a la que le provoca justamente el efecto contrario. En la mayoría de los casos, depende del momento, de la tensión sexual y de las circunstancias que rodeen al encuentro que decir guarradas en la cama sea excitante o, por el contrario, se convierta en algo que corte la libido por completo.
Hemos de tener siempre presente que el cerebro es el órgano sexual más potente que nos ha brindado la naturaleza. Si somos capaces de decir, o de escuchar, según sea el caso, una serie de palabras que estén dotadas con una fuerte carga sexual, es posible que se estimule la transmisión de dopamina, que es la hormona que mayor importancia obra en todo lo relacionado con la excitación sexual. En realidad, dentro de su contexto, cuando respiramos fuerte, jadeamos o decimos guarradas en la cama, en realidad, lo que estamos haciendo es acariciar el cerebro de nuestro compañero o compañera de juegos sexuales. Lo que estamos haciendo, dicho de una manera metafórica, es encender el interruptor de su imaginación proyectada al sexo.
Decir obscenidades en la cama es un eficiente catalizador que acelera las reacciones químicas que tienen lugar entre esos personas que se entregan a compartir su sexualidad. A la mayoría de los hombres les encanta decir guarradas en la cama. En el caso de las mujeres, la cosa está algo más dividida, al menos a priori, porque es cierto que, activando los mecanismos adecuados, las que no estaban muy convencidas de la capacidad estimulante de esta práctica terminan por convencerse y entregarse a ella sin reparos.
Algunas de las guarradas más pronunciadas en la cama son las siguientes:
. Los insultos como «perra»; «zorra» o «carón», suelen funcionar muy bien el el contexto adecuado y una vez alcanzado determinado nivel del excitación.
– Hablar sobre el nivel de calentón propio, también resulta algo muy común. Cosas del tipo «estoy muy caliente», «quiero que me lo comas todo» o «estoy chorreando».