El Peta Zeta es un producto que ha dado mucho que hablar a lo largo de su historia. los que tenenmos cierta edad sabemos de sus bondades como golosina. Cuando éramos niños, disfrutábamos de los efectos que provocaban estos sobres en nuestra boca.. El efecto que nos causaba nos producía una sensación realmente fantástica. No hace demasiado que se han vuelto a lanzar al mercado, tras muchos años desaparecidos y los que éramos niós entonces no hemos tardado en encontrarles unas aplicaciones prácticas bastante excitantes. Hoy hablaremos de la maravillosa relación entre el Peta Zeta y el sexo oral.
Antes de nada, para aquellos que no tiuvieron la suerte de disfrutar el Peta Zeta de niños o par aquellos que han vivdo una vida ajena a su existencia, camos a aclarar de qué se trata. La golosina en cuestión consta de unos pequeños cristales que, al contacto con la saliva, en su defecto sirve cualqueir otro líquido, comienza a explotar provocando un hormigueo que se intensifica por su sabor algo amargo.
Incluiir cualqueir tipo de alimento en los juegos sexuales no es algo nuevo. Utilizar algo que se puede comer como un aliciente más para el sexo es algo a lo que ya estamos acostumbrados. La textura, el sabor y, sobre todo, los efectos del Peta Zeta, sin embargo, pueden aportar un condicioinante extra desconocida hasta ahora.
Si combinamos el Peta Zeta con el sexo oral, la reacción puede ser, nunca mejor dicho, realmente explosiva. La repetición de pequeas explosiones al contacto con el pene o la vulva es la expectativa que nos genera el uso de esta golosina. Sin embargo, para conseguir que sea algo realmente efectivo, hemos de tener cierta práctica. Puede que los menos hábiles tarden en encontrar la forma de sacarle un rendimiento provechoso a la cuestión. Sin embargo, precisamente ahí es donde está el secreto de esta y de cualqueir otra pretendida novedad sexual. No hemos de esperar a dominar todo totalmente. Mientras practicamos y nos hacemos duchos en según qué cosas, resulta más que conveniente disfrutrar del camino, reirnos de lo que mal que lo hacemos o, si fuera el caso, acercarnos un poquito más al conocimiento sexual.