El hecho de que en una relación de pareja uno experimente un mayor deseo sexual que el otro es algo lógico, normal y habitual. Sin embargo, a pesar de que es algo tan frecuente como normal, esto suele general más de un conflicto si no existe el suficiente diálogo en la pareja. EL imaginario colectivo sitúa l hombre requiriendo sexo constantemente para dar salida a su alto seso sexual y a la mujer inventando excusas tanto para evitarlas como para no hacer que su pareja se sienta rechazada. Sin embargo, el ideario general no responde, en absoluto, a la realidad.
El deseo sexual de los hombres, en general, en absoluto tienen por que ser mayor que el de las mujeres. Esto es un estereotipo sin más. Sí es cierto que se dan circunstancias como que, en el caso de los hombres, el área del cerebro que se ocupa del deseo sexual es casi 3 veces mayor que el de la misma zona de la mujer.
En realidad, donde sí existen claras diferencias entre los hombres y las mujeres no es en la capacidad para alcanzar el máximo deseo sexual sino en la forma de alcanzarlo. Ahí sí que existen diferencias claras. Mientras que en el caso de los varones, la llegada del deseo es mucho más rápida, en el caso de las mujeres, precisan de un mayor tiempo de adaptación que ha de ser progresivo.
Teniendo en cuenta estas circunstancias, cuando secunde que la intensidad y frecuencia sexual entre dos personas de una pareja resulta obviamente diferente, es más que conveniente ponerse manos a la obra para solucionarlo. Hacer como si no pasara nada no hace más que agravar el problema. Si bien la solución común suele ser insistir en la demanda de sexo en el caso de los varones, e insistir en las negativas, en el caso de las mujeres, y obviar que existe un problema, nunca debe tratarse así esta circunstancia.
Lo recomendable, desde luego, en los casos en los que el deseo sexual de las partes de la pareja no coincida es buscar un lugar de encuentro. El diálogo, en este caso, como en muchos otros, resulta totalmente fundamental.