La promiscuidad en el sexo aparece en forma de impulsos sexuales completamente irrefrenables. A veces sucede que la aparición de esta sensación nos empuja, por más que nosotros queramos evitarlo, a mantener relaciones sexuales con diferentes parejas sexuales. Si estás en una situación parecida, sin duda, muestras una especial predisposición para que se manifieste en ti la promiscuidad en el sexo.
En realidad, la promiscuidad en el sexo es algo que siempre ha estado presente en nuestra sociedad y, por supuesto, en las anteriores. Algunas civilizaciones antiguas, incluso, se caracterizaban por contar con personajes históricos que, además de por otros motivos de diversa índole, han pasado a los anales de la historia, nunca mejor dicho en algunos casos, por su promiscuidad sexual. De hecho, algunos nombres como Calígula, Tiberio o Mesalina han trascendido hasta nuestros días tanto por su importancia social y política como por su fogosidad en el sexo.
La promiscuidad en el sexo se caracteriza, principalmente, por el impuso sexual que se presenta en determinadas personas. Se trata de una acción relacionada con nuestros instintos más primarios y que supone una motivación sexual determinada, en su origen, por una colección de factores psicológicos, biológicos e, incluso, de carácter social. Se trata, por lo tanto, de un impulso que comienza a desarrollares en nuestra cabeza a través de estímulos que puede llegar a crear incluso el mismo afectado. Por supuesto, que la atracción sexual, el deseo o la fantasía pueden ser detonantes que resulten determinantes para activar este tipo de mecanismos.
El cerebro, finalmente, y siempre a través del impulso que genera la promiscuidad en el sexo, comienza a liberar una suerte de sustancias químicas que se encargan de desencadenar el deseo e, incluso, la necesidad, por mantener relaciones sexuales de la forma más inmediata posible, pasando, de esta manera a dominarnos el impulso sexual. Una gran cantidad de hormonas se hacen responsables de esta conducta relacionada con los instintos de tal manera que comienza una vasodilatación en la zona de la pelvis que concluirá con la erección en el caso de los hombres y o la lubricación en el caso de las mujeres.