Somos muchos los hombres que tenemos una gran fascinación por el beso negro. Sin embargo, a pesar de loo, muchos no se atreven a probarlo. Prácticamente todo el porno que vemos implica beso negro de algún tipo en algún momento de la película. Suele gustar, especialmente, aquel en el que el chico o chica ha enterrado la nariz hasta el culo de la otra persona. A veces, incluso, se limpian eficazmente su culo en la cara de la otra persona. Normalmente, nos suele parecer que todo esto increíblemente excitante y este tipo de escenas han servido, indefectiblemente, para la masturbación compulsiva de hombres durante años.
Los emires que suelen asaltar a una persona antes de introducirse de lleno, nunca mejor dicho, en el mundo del beso negro son los miedos a los olores y a los sabores. En definitiva, aunque la higiene de esa zona sea extrema, resulta prácticamente imposible hacer que desaparezcan totalmente todas las bacterias que, por motivos obvios, se acumulan en la zona y que son las causantes del por y el sabor tan característicos. La única solución es la practicada por los actores y actrices porno cuando se enfrentan a escenas de sexo anal en general, ponerse un edema. Sin embargo, esta experiencia, si bien resulta muy eficaz, no resulta en absoluto agradable. Al menos para la mayoría de la gente.
Una vez salvados los prejuicios y los problemas con la higiene, el beso negro es una de las experiencias sexuales más atractivas que se puedan experimentar. Tanto para el que lo da como para el que lo recibe. Evidentemente, la estimulación a través de la lengua de la gran cantidad de terminaciones nerviosas que posee el ano es, como no podía ser de otra manera, una orgía de sensaciones que difícilmente se pueden llevar a experimentar de otro modo. Pero, de la misma manera, aquél que utiliza su lenta para producir la estimulación ano en su compañero sexual se enfrenta a unos niveles de excitación que tampoco pueden ser reproducidos con otro tipo de prácticas. Sin duda, el bao negro es una de las prácticas sexuales que mayor placer proporciona tanto a quien lo hace como a quien lo recibe.