En Japón, cada vez hay menos sexo. Tanto es así que la natalidad se ve claramente amenazada por esta causa. No sólo es que los japoneses tengan cada vez menos relaciones sexuales es que, además, el interés por el sexo y las ganas de tenerlo también experimentan una tendencia claramente descendiente. Y no estamos ante una manera de hablar ni ante una exageración. Ni mucho menos. Estamos ante una realidad concreta y palpable que se refleja en el descenso que, año tras año, sufre la tasa de natalidad de Japón. Entre 2013 y 2014, el país asiático cuenta con un millón y medio de habitantes y, de continuar con esta tendencia, en el año 2100, habría reducido a la mitad su población actual.
Contra lo que se pueda pensar, no estamos ante un éxito de la planificación familiar. Simplemente, en Japón se está perdiendo el interés por el sexo. Las encuesta revelan que, prácticamente la mitad de la población activa sexualmente no ha practicado sexo en el último mes. Estos datos son especialmente llamativos cuando nos detenemos en los menores de 24 años, segmento de la población que, en el resto del mundo civilizado desprenden hormonas por doquier. Sin embargo, en el caso de los jóvenes de Japón, el 45% de la población femenina y el 24% de los hombres declaran no tener ningún interés o detestar el sexo.
Este fenómeno se ha dado en denominar «síndrome del celibato». Las causas que los expertos determinan para proceder a su explicación son muchas, pero destacan de forma especial las largas jornadas laborales y la extrema dificultad que tienen los nipones para conciliar la vida laboral con la vida familiar, circunstancia que es especialmente exagerada en la población femenina.
Si algo caracteriza a los naturales de Japón en cuanto a carácter se refiere es su personalidad extremadamente tímida. Las relaciones sociales, por supuesto, se ven muy afectadas por este extremo. El sexo, por supuesto, tan bien se ve afectado. Tanto es así que los videojuegos y aplicaciones para dispositivos móviles sustitutivos del sexo han aparecido con mucha fuerza en el mercado japonés y experimentan una tendencia de consumo inversamente proporcional a la cantidad de sexo practicado por los japoneses.