El coitocentrismo es la tendencia de determinadas esferas sociales a buscar una escala jerárquica de las tendencias sexuales, donde existen algunas prácticas sexuales que se catalogan como completas y otras como prácticas menores. El coitocentrismo se sitúa como la única práctica sexual completa y se trata de aquella que incluye un coito y, por tanto, la penetración, despreciando el resto de actividades sexuales que se puedan dar sin coito.
El coitocentrismo, en realidad, es un rasgo social propio de sociedades muy reprimidas por realidades políticas restrictivas donde las religión mantiene una estrecha colaboración con los órganos de poder. Por supuesto, esta forma de entender el sexo debe ser heterosexual, monógama, dentro del matrimonio y con el único fin de procrear para colaborar en la supervivencia de la especie humana. Al resto de las prácticas, no sólo se les considera de menor categoría sino que, incluso, se les llega a considerar anormales o enfermas.
Cristianos y judíos han mantenido durante siglos vivo el coitocentrismo en occidente. Según las tradiciones judeocristianas el coitocentrismo es la única forma de sexualidad válida siempre que la función reproductiva esté presente y se produzca dentro del matrimonio. El rechazo a otras prácticas y a otras tendencias sexuales como, por ejemplo, la homosexualidad, ha sido frontal e, incluso, durante siglos, en nombre de la moralidad se persiguió todo tipo de actitud homosexual.
Junto al coitocentrismo reside el falocentrismo, o lo que es lo mismo, la negación de cualquier otra zona de placer en el hombre diferente al pene. Todo lo que tenga que ver con zonas sensitivas o de placer sexual tiene, necesariamente, que pasar por el pene, no aceptando ninguna otra parte del cuerpo. Estamos ante una metáfora perfecta de la sociedad machista que se nos ha venido imponiendo durante siglos.
Contra el coitocentrismo nació un movimiento especialmente significativo, denominado feminismo que se ha ocupado, con mayor o menor éxito, de luchar por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. El siglo XX, en este sentido, ha supuesto un aldabonazo importante en la consecución de derechos básico en nuestra sociedad que se han venido recogiendo, por ejemplo, en la ley del aborto y en la ley que regula los matrimonios entre personas del mismo sexo.