La parafilia

Cuando el placer sexual no se encuentra en la relación sexual propiamente dicha sino en otras cosas o actividades paralelas estamos ante una parafilia. Las parafilias se dan entre individuos que, generalmente, buscan ir más allá en las relaciones sexuales. Bien por aburrimiento ante la monotonía, bien pro probar nuevas experiencias o por tratar de intensificar la sensación de placer que produce el coito.

Las parafilias, en general, están muy condicionadas por la realidad social predominante y el contexto cultural y geográfico en el que se den. Así, determinadas parafilias pueden considerarse aceptadas en unos ámbitos sociales y no estarlo en otros diferentes. En este sentido, hay que destacar que prácticas sexuales como la masturbación o el sexo oral, hasta la última parte del siglo XX han sido consideradas parafilias o perversiones, término que hasta 1987 utilizó la American Psychiatric Association para referirse a las parafilias.

Los sexólogos, en general, han considerado las parafilias como algo normal. Como una preferencia más del individuo en su libertad de elegir. Como preferir las personas más altas a las más bajas o las más morenas a las más pálidas (o viceversa en ambos casos).  Simplemente una cuestión de elección  y nada más.

Sin embargo, los psicólogos, sociólogos y psicoanalistas han encontrado en las parafilias un filón para enunciar todo tipo de teorías. Por supuesto, cada uno la suya y que, generalmente, no coincide en absoluto con las de los demás. De todo hay escrito sobre el origen de las parafilias. Unos lo ponen en un trauma infantil, otros en un impacto en el inconsciente, otros en la asociación de una práctica concreta,… En lo que sí coinciden casi todos es en los límites. Ninguna parafilia  es aceptable si transgrede los límites que previamente se hayan fijado.

En cualquier caso, cuando se introducen elementos inofensivos en las relaciones sexuales de forma casual y voluntaria y que no altera en absoluto nuestras posteriores prácticas sexuales no se puede hablar de parafilia. Mientras este tipo de prácticas no llegan al daño físico, psicológico o, incluso económico, no pueden llegar a considerarse parafilias sino condimentos a la rutina sexual para hacerla más atractiva.

 

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