Sabemos que el cuerpo humano es bastante complejo en lo que se refiere a su funcionamiento y esta complejidad también se ve reflejada en la atracción sexual que sentimos por otra persona o por la que le proyectamos. Por eso, no sólo influye en el deseo sexual lo que vemos. El tacto, los aromas, el tono de voz, todos los sentidos se unen para determinar si alguien nos atrae o no sexualmente. Otro de los factores que influyen en nuestro deseo sexual son las feromonas.
Las feromonas son unas sustancias químicas secretadas por los seres vivos con el fin de provocar en otros individuos, generalmente de la misma especie, algún tipo de comportamiento: desde algún tipo de aviso o alerta hasta el envío de señales con fines sexuales o de apareamiento.
Hasta hace relativamente poco tiempo, no estaba claro si los seres humanos producíamos feromonas y, en caso de hacerlo, con qué fin. Sin embargo, ya existen estudios que han confirmado que los seres humanos somos capaces de producirlas y percibirlas.
Secretamos las feromonas a través del sudor, pero no huelen ni tienen un aroma característico. Sólo son percibidas por el órgano vomeronasal, situado entre la nariz y la boca, que una vez las ha reconocido le envía un mensaje a nuestro cerebro, a través del hipotálamo, para que desencadene una respuesta física o emocional en función de lo que hemos percibido.
Se ha comprobado que las feromonas ayudan a sincronizar los periodos menstruales en mujeres que conviven juntas y que también son las responsables de la transmisión del miedo. Sin embargo, por lo que son más conocidas es por su influencia en nuestro deseo sexual. Son las responsables de que nos sintamos atraídos por otra persona sin que muchas veces entendamos los motivos.
También se ha comprobado que, aunque influyen en la atracción que podemos sentir por otra persona, no funcionan de la misma manera que en otros animales, ya que, los humanos contamos con más formas de expresar nuestro deseo por alguien como el lenguaje o la expresión corporal.
Las feromonas nos pueden ayudar a entender por qué alguien nos resulta altamente atractivo sin que podamos entender el motivo.