Desde que somos muy pequeños, las fantasías nos sirven como vehículo para poder realizar nuestros deseos. Gracias a nuestra imaginación, podemos transportarnos a todo tipo de situaciones, desde las más inocentes hasta las más prohibidas. Las fantasías sexuales son las que se crean por el inconsciente en torno a las relaciones sexuales.
La falta de respuestas, la represión o el desconocimiento son factores que ayudan a generar esas fantasías y, cuando se trata de sexo, nuestra imaginación vuela. Somos el único animal que tiene sexo sólo por diversión, lo que hace que nuestra actividad sexual sea muy amplia, variada y extravagante. Esto nos facilita la creación de situaciones irrealizables. Sin embargo, no debemos pensar que este tipo de fantasías son únicamente por carencias afectivas o limitaciones sexuales. Muchas personas las tienen simplemente para enriquecer su vida sexual.
Por lo general, a los hombres les gustan fantasías sexuales en las que son ellos los que llevan el control de la situación, mientras que en las fantasías de las mujeres prefieren ser llevadas. A las mujeres les gusta más fantasear con personas o personajes conocidos (famosos, ex novios…) y a los hombres les gusta más hacerlo con prácticas menos habituales, como tríos, intercambios de pareja… y hacerlo en lugares extraños o exóticos.
El hecho de tener este tipo de fantasías no implica en todos los casos que se quieran llevar a cabo. Muchas personas debido a creencias religiosas, a su escala de valores o simplemente por su naturaleza, no serían capaces de realizarlas, pero las aceptan, porque no hacen daño a nadie, y permanecen guardadas en su imaginación. También podemos intentar llevarlas a cabo, pero que sean inviables o que pierdan su efecto excitante, ya que, al ser un producto de nuestra imaginación, y estar idealizadas, podemos obviar detalles que las hagan imposibles o exactamente igual que en nuestros sueños.