El Kamasutra nos recuerda que la libertad para disfrutar de nuestra sexualidad sin complejos no es patrimonio de la actualidad como, frecuentemente, acostumbramos a creer. El Generaciones muy anteriores a la nuestra han gozado, plenamente, de relaciones sexuales satisfactorias y sin más freno que las limitaciones que pudiera ofrecer la imaginación de los actores.
Resulta curioso que Vatsyanana, el autor del célebre libro, asegurase haber observado una vida de celibato y meditación mientras lo escribía.
Los detalles gráficos con que se ilustra cada una de las posturas recogidas en el Kamasutra, sin embargo, no son el mayor valor que el libro aporta a los amantes ávidos de variedad sexual. En ocasiones, se asocia el Kamasutra, únicamente, con su colección de posturas sexuales cuando, además, cuenta con unos textos de una calidad conmovedora que describen, con todo lujo de detalles, la posturas más atrevidas.
Resulta imprescindible entender que no todas las posturas son recomendables para todas las personas. Además, antes de probar el repertorio de posturas sexuales, es conveniente saber qué postura es la más idónea para cada momento, para cada situación anímica, para cada nivel de complicidad.
Diferentes posturas suponen, por ejemplo, diferentes grados de penetración pero, también, diferente forma de disfrutar del resto de los sentidos. Algunas posiciones permiten que sea la vista el sentido que más información recoge mientras que otras posturas hacen que el olfato pueda disfrutar de un maravilloso mundo donde se mezclan los más intensos olores corporales.
Las sesenta y cuatro artes del Kamasutra son una vía para expresar, sobre todo, la importancia de cultivar los estados de ánimos y aplicarlos a la intimidad de la pareja. La esencia, la verdadera enseñanza que este libro nos ofrece, si nos acercamos a él de forma abierta, es la posibilidad de comprender la naturaleza sensual de nuestro compañero de juegos.
