El amor se ha acercado alguna vez a casi todos. ¿Quién no ha sentido el torbellino de emociones que se genera en el organismo de una persona que se siente atraída por otra? ¿Son placenteras o realmente nocivas a largo plazo si no aprendemos a gestionarlas?
Desde una perspectiva ambientalista somos, en la gran mayoría de las ocasiones, lo que el entorno nos suscita. Al ser seres sociales, son las personas con las que nos cruzamos y en ocasiones, enredamos, las que marcan la pauta de nuestra revolución hormonal. Por ende, son nuestro abanico de emociones.
El concepto de atracción sexual ha ido cambiando a lo largo de la historia. Por supuesto, también el amor. Desde una perspectiva evolucionista, guardamos mucha relación con nuestros antepasados. Somos muy primitivas en ese aspecto, ya que muchas mujeres nos seguimos fijando en rasgos como la fuerza física o la destreza o maña a la hora de arreglar un desperfecto y muchos hombres siguen haciéndolo fijándose en otros aspectos, como las caderas anchas y los signos de salud y juventud que presentan algunas mujeres, resultando para ellos más atractivas.
La explicación primitiva de esto es que las mujeres siguen buscando seguridad en ellos y ellos en las mujeres. La posibilidad de lograr una reproducción sana. Afortunadamente, nos hemos refinado en cuanto a la selección de compañero de vida. Nuestra socialización ha hecho que cambien los factores por los cuales nos sentimos atraídaos.
El atractivo psicológico es, en la gran mayoría de ocasiones, mucho más potente que el físico. Conectamos a través de gestos, miradas y palabras, que provocan en nosotras emociones inesperadas. Experiencias en las que compartimos valores, humor y formas de ver la vida, por lo que el atractivo psicológico, que era prácticamente inexistente en tiempos primitivos debido a nuestra escasa socialización , ha ido ganando terreno. Hasta convertirse en un factor principal de atractivo en los tiempos actuales.
En la actualidad se habla de un cambio de perspectiva respecto a lo que entendemos como “sexy”. El amor toma presencia. Esto puede ayudar a derribar la autoexigencia con la que nos fustigamos a menudo para gustar a nivel físico y así poder hacer las paces con el espejo, porque, aunque no se pueda negar que un buen físico es muy atrayente en un primer impacto, la sociedad actual cree que lo realmente determinante a la hora de resultar atractivo para los demás es la actitud.