Las caricias son , sin duda, la práctica sexual a la que primero accedemos. En realidad, desde que nacemos, prácticamente, comenzamos a desarrollar lazos afectivos con el resto del mundo a través de las caricias. De hecho, sin darnos cuenta, gracias a estos contactos kinistésicotactiles somos capaces de desarrollar nuestras primeras relaciones de cariño, ternura y, por supuesto, de atracción física.
Bien es cierto que en cuanto comenzamos a madurar, cuando vamos abandonando la infancia, parece que las caricias desaparecen subutamente de nuestro mundo. La forma de relacionarnos con las personas dejan de basarse en este tipo de contacto físico. Al menos, lo limitamos mucho. Casi siempre al entorno más cercano. ya sea a nivel familiar o de amistades.
En cuanto nos despertamos al sexo, sin embargo, las caricias comienzan a aparecer de nuevo. Esta vez, el contacto físico nos comienza a hacer llegar una serie de sensaciones que quizás siempre existieron pero no fuimos capaces de identificiar en las edades más jóvenes. Es entonces cuando comenzamos a reservar este mundo de sensaciones para los ambientes más íntimos. En realidad, las reservamos en exclusiva para el sexo.
Y es que las caricias son una excelente forma de comenzar una intensa sesión de sexo. No hay nada más agradable que tocar y ser tocado suavemente por unas manos que tratan de buscar y transmitir el mayor número de sensaciones posibles. Sin duda, como prolegómeno del sexo las caricias son una estupenda opción.
Pero no solo comom juego previo al sexo. De hecho, tanto durante la práctica sexual propiamente dicha como tras ella, las caricias son un estupendo complemento que, bien utilizadas, son capaces de sublimar cualquier experiencia erótica por sublime que ya nos parezca.