Los nerviso son, muchas veces, causantes de determinados problemas relacionados con nuestra vida sexual. Resulta más habitual de lo que solemos pensar que, cuando se da esta situación, generemos el efecto del pez que se muerde la cola. Normalmente, cuando tenenmos algún tipo de contratiempo en un encuentro sexual, sucede que, en el siguiente encuentro, nos ponemos nerviosos. De esta manera, lo más probable es que nos vuelva a suceder algún tipo de contratiempo, por lo que la siguiente vez estaremos más nerviosos y, de esta manera, estaremos más cerca de un nuevo contratiempo. Entramos en un bucle muy perjudicial. Completamente contrario a nuestros intereses sexuales.
Cuando un muflón que pace tranquilamente es amenazado por un depredador, automáticamente desactiva su sistema parasimpático para poenr en marcha la respuesta de huida. El sistema parasimpático es aquél que a los mamíferos nos permite dar respuesta a situaciones relajadas, como la digestión. En nuestro caso, sucede algo parecido. Cuando los nervios activan las señales de alerta, nuestra capacidad para disfrutar del sexo disminuye considerablemente. Y es que el sistema simpático que permite estar alerta y huir si es necesario, por ejemplo, no puede estar activo a la vez que el parasimpático.
La forma de percibir los nervios puede ser muy diferente. A veces lo hacemos en forma de angustia. Otras en forma de ansiedad. También podemos hacerlo en forma de preocupación excesiva. Cualquiera de estas sensaciones es interpretada por nuestro cerebro como una amenaza inminente ante la que estar alerta. Y eso resulta un mal negocio para disfrutar del sexo. Nada recomendable.
La reacción, a veces, evita la erección. En otros casos hace que la pierdas. Otras veces es la sensación de placer la que se reduce. Ante lo que el organismo entiende como una situación de peligro, las sensaciones físicas disminuyen. De modo que la sensación de placer puede ser menor, dejar de existir o, por ejemplo, dejar de eyacular. Una vez más, la reacción de cada individuo puede ser muy diferente según las circunstancias. Pero, a grandes rasgos, la desactivación del sistema parasimpático producirá similares daños en nuestra actividad sexual. Sin ninguna duda.