La adicción al sexo puede ser un asunto delicado de tratar. Considero que hay que ser cuidadosos con las etiquetas que nos encasillan. De alguna manera, nos hacen permanecer en una posición fija, concreta. Sin posibilidad de cambio. Pero también es cierto que, a veces, necesitamos poner nombre a lo que sentimos. De esa forma lo hacemos visible y tangible. Vamos a hablar sobre la adicción al sexo. Una situación que cada día encontramos más e nuestra sociedad.
En primer lugar, ¿cómo podemos saber si se sufre adicción al sexo? Podemos considerarlo adicción cuando el propio pensamiento solo gira en torno a la fantasía de tener sexo o buscando esta conducta de forma constante. Puede ser de forma individual o conjunta.
Con tanta intensidad que esta es la principal motivación del día a día. Llega a afectar la vida de la persona a nivel laboral, familiar, relacional, psíquico y emocional.
Las adicciones nunca satisfacen de forma plena o definitiva. Esto es así. Por ello inducen al consumo continuo. Puede ser mediante compras compulsivas. También con el consumo de determinadas sustancias. POr supuesto, también con el consumo en exceso de pornografía. Se convierte en la pescadilla que se muerde la cola.
A menudo se vive una incapacidad para soportar la espera de las gratificaciones. Cuando no se reciben inmediatamente, surge una gran frustración. La ansiedad e insatisfacción permanente juegan también un papel muy importante. Estamos hablando de malestar fundamentalmente. La adicción al sexo causa malestar. Malestar en uno mismo y en el entorno próximo.
Lo que más destacable es que, en estos casos, no podemos hablar de sexualidad espontánea y libre. Para que sea así es necesario que no haya coerción externa. Debe haber una conexión con nuestras necesidades. Con nuestros deseos y nuestras emociones. Solo así dispondremos de la capacidad de decidir.
Por otra parte, la conducta va más dirigida a reducir el malestar y la angustia que la obtención del placer. Y ese es esencial: sexualidad y placer van de la mano. De no ser así, hay que revisarla. Identificar qué es lo que nos aleja y aprender a gestionarlo para vivir la sexualidad que deseamos vivir.