La sexualidad compartida es un tema complejo de tratar. Espero que estés de acuerdo conmigo en que la sexualidad es uno de los placeres que, como seres humanos que somos, podemos disfrutar plenamente, tanto en soledad como en compañía. Si no estás de acuerdo, espero que sigas leyendo igualmente, tampoco hace falta estar de acuerdo siempre en todo. Hoy dejaremos a un lado los casos donde hay una causa médica que dificulte la sexualidad y vamos a centrarnos en hablar de las dificultades en la sexualidad debido a causas únicamente psicológicas.
A menudo, los problemas sexuales son relacionales, es decir, específicos de la dinámica relacional de la pareja, pero, otras veces, pueden ser debidos a vivencias relacionadas con el sexo que nos han marcado de alguna manera. También vamos a excluir de esta entrada este tipo de situaciones. En términos generales, vamos a centrarnos en las creencias individuales y relacionales que tanto pueden servir para parejas heterosexuales como para otras orientaciones sexuales.
¿Cómo es posible que una de las actividades más placenteras que podemos llegar a hacer con nuestro cuerpo se puede llegar a volver una fuente de dificultades innumerables? Hay ciertas creencias populares, transmitidas de generación en generación, vinculadas a los roles tradicionales de género. Es la falta de información, o bien a la información desigual sobre estos temas, los que le dan pávulo a este tipo de bulos. Algunos de ellos son los que citamos a continuación:
– El orgasmo del hombre tiene que pasar siempre, no se puede aguantar.
– Hay que pensar en el otro más que en uno mismo durante el acto sexual.
– El orgasmo es el objetivo y si no lo tengo cada vez me frustro y me enfado.
– Al hombre se le debe levantar siempre, si no quiere decir que no le gusto.
– La mujer que nunca tiene ganas es porque es frígida.
– Las mujeres no se masturban, eso es cosa de hombres.
Y un largo etcétera de creencias que no facilitan la fluidez de los encuentros sexuales y nos hacen interpretar lo que ocurre en las relaciones a partir de estos filtros, tomándonos mal muchas cosas que, en principio, no son motivo de disgusto, o interpretando qué es lo que está pasando sin asegurarnos de que entendemos bien lo que le pasa al otro componente de la pareja. Carecemos, sin duda, de educación en la sexualidad compartida.