La excusas que puede sacar a pasear un hombre cuando tiene un gatillazo son tantas como las que puede llegar a utilizar una mujer cuando se enfrenta a la ausencia de deseo sexual. En cualquier caso, tanto hombres como mujeres cuentan con su frase favorita para estos casos. Si las mujeres son muy dadas al típico «me duele la cabeza», los hombres no son más originales y repiten hasta la saciedad el «es la primera vez que me pasa» de turno. El problemas es que las excusas apea el gatillazo, casi siempre, son poco creíbles.
El gatillazo resulta muy habitual entre los hombres. Sin duda, hay una circunstancia que es el entorno en el que con más frecuencia se da entre personas que no tienen ningún tipo de disfunción sexual. Cuando se conoce a una persona y nunca se han mantenido relaciones sexuales con ella, el interés del varón por querer demostrar su valía es un element que condiciona tanto el encuentro que, en ocasiones, suele acabar en fracaso. En realidad, una mujer si no está cómoda y relajada no puede conseguir alcanzar el orgasmo. Con el hombre sucede igual con la erección.
Es ridículo pensar que no se puede fallar nunca en el sexo. Es inevitable que las circunstancias que rodean a un determinado momento en la vida de una persona puedan condicionar de manera significativa la capacidad de un hombre para alcanzar la erección o, incluso con la erección en marcha, imposibilitarle para alcanzar el orgasmo. La búsqueda de absurdas excusas no es más que una perdida de tiempo pueril.
Hemos de entender que estamos muy lejos de ser una máquina perfecta en nada y, mucho menos, en el sexo. El gatillazo no es má que una posibilidad que se puede dar y que hay que enfrentar con madurez. Los mecanismos que nos permiten la excitación en algún momento se pueden ver alterados por el entorno o, incluso, por nuestras propias preocupaciones o fantasías. Echar mano de las excusas que justifiquen la situación no sirve para nada más que agrandar la frustración. Resulta mucho más útil despojarnos de todos los prejuicios y tabúes que todos cargamos bajo las sábanas.