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El salto del tigre

El salto del tigre es un auténtico mito en lo que a prácticas sexuales se refiere. Y cuando digo mito me refiero, por su puesto, a la acepción en la que se considera una narración fabulosa que intenta explicar lo no racional. Exactamente eso es el archiconocido salto del tigre, una narración fabulosa utilizada con frecuencia pero imposible de ser practicada sin causarse serios daños. Puede que sea una pena perderse tanto fragor.

En teoría, el salto del tigre es un juego sexual en el que participan, en principio, un hombre y una mujer y que consiste en que el hombre se lance desde lo alto de un armario ropero sobre la mujer, que espera el aterrizaje abierta de piernas, para recibir la penetración del buen señor. Ni que decir tiene que esto es absolutamente impracticable, al menos para personas con un cierto equilibrio mental. Para adornarlo más, la literatura popular añade, con frecuencia, alguna variante que incluye saltos mortales, tirabuzones y demás peripecias aéreas digas del Cirque du Soleil.

En realidad, no se trata más que de una broma que se suele utilizar con frecuencia en chistes como si fuera una postura sexual altamente satisfactoria. Sin embargo, contra lo que pueda parecer, el salto del tigre no es una expresión producto de la caspa imperante en la sociedad predemocrática. Al contrario, aunque con diferentes nombres, la expresión es muy utilizada en otros países de habla hispana. Así, en Chile lo llaman «el vuelo del cóndor», en Colombia es conocido como «el salto del armario» y, por ejemplo, en Guatemala lo llaman «el vuelo del zope»

En realidad, la expresión «el salto del tigre» fue muy popular durante una época de la Historia de España en la que imperaba el machismo y la sexualidad convenía no exhibirla demasiado en la dialéctica diaria. Si bien, en la actualidad, prácticamente se utiliza sólo para incluirla en chistes y bromas, en aquella época se utilizaba frecuentemente, casi sierpe en boca de un varón, en conversaciones fanfarronas sobre sexo en la barra de un bar, para dar al contertulio de turno una idea de vigor sexual masculino.

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